Capítulo XVI. "Campeones del odio".

1
Qué encrucijada. Ahí me encontraba, delante de la pelota que decidía el primer Mundial Mutante. Era un sueño hecho realidad que se podía convertir en pesadilla, como conquistar a la chica de tus sueños y que ésta luego sea tu asesina.


Yo moría de ganas de clavar a los judíos, pero Pettinato había sido muy específico con las indicaciones: “No ganar ni perder”. Si los judíos salían campeones, él llevaría fácilmente a los restantes países mutantes a una guerra contra los “campeones satánicos”. Por el contrario, si ganábamos, cosecharíamos el odio y envidia de los restantes países mutantes. Eso sí, obtendríamos el seguimiento incuestionable de Pettinato por parte de los mutantes argentinos.


Esa pelota, aunque era solo parte de un juego de futbol, podía decidir la vida de millones de seres. Imaginé la fácil, es decir, tirar la pelota a la mierda. Pero no era lo mío quedar como un cagón frente a un estadio repleto. Pensé entonces en pasarle la responsabilidad a otro. El Manco seguro la pifiaba. Con el Sapo, vaya uno a saber que podía suceder. El Oscuro en una de esas la metía. Decidí que se la pasaría al Oscuro, pero mientras corría hacia la pelota se me presentó la imagen de mi padre y esas últimas palabras.



2
Mi padre adoptivo, Rubén, no era un tipo racista. Pero como a muchas personas, el racismo le nació desde una mala experiencia en su vida. El era un joven recién casado y no tenía un trabajo estable. No se había recibido aún, pero con mucha pujanza estudiaba y trabajaba para conformar el hogar que añoraba junto a mi madre adoptiva.


Fue en uno de esos cambios de trabajo, que ingresó recomendado a una compañía como ayudante. La suerte le sonreía y unos pocos meses después le regaló una carcajada. Un lunes apenas ingresó al recinto laboral, con sorpresa observó una jarana que se estaba desarrollando entre sus compañeros. Parecía un casamiento. Matracas, pitos, música brasilera, confites y champagne.


Cuando lo vieron llegar lo saludaron efusivamente y le colgaron un collar de flores. Al preguntar qué sucedía, le informaron que habían ganado la lotería de fin de año. Él los felicitó y les agradeció argumentando que no había puesto dinero en ninguna colecta.


“¡No seas tonto! El dueño compra un número entero todos los fines de año para los empleados!. ¡¡Ganaste la grande como todos nosotros!! ¡¡Vení a festejar!!.” Eso sí que es suerte. ¡Rubén había ganado la grande sin siquiera comprar un número!


Con ese dinero, realizó el sueño de su vida. Comprar un terreno en las afueras de Gualeguaychú. Compró una vaquita y un toro y trabajó día y noche sembrando para hacer crecer esa ilusión.


Pero cometió un grave error. Delegó el manejo de su dinero y bienes a un “amigo”. El resto es fácil de deducir. El amigo lo estafó y lo dejó en pelotas. Este señor era uruguayo y judío.


Por eso, esa frase final recomendatoria: “Nunca confíes en un uruguayo ni en un judío”. Un enunciado basado en la realidad no es en ningún caso racista. Solo cruda realidad.



3
Así que ni lo pensé. Ahora me arrepiento, pero en esos segundos de gloria ni me molesté en razonar las consecuencias. Es algo extraño arrepentirse de cumplir un sueño, pero hay veces que ganar es perder. Piensen cuantas veces ganaron, pero al tiempo se dieron cuenta de que perdieron, y viceversa.


Llegué a la pelota y le pegué apuntando al ángulo. El buen arquero judío casi la saca, ya que había adivinado la intención, pero terminó con pelota y todo adentro del arco.


_GGGGGGGGGGGGGGGOooooooooooooooooLLLLLLLLLLLLLL!!!


El estadio estalló de alegría. Salí corriendo por la línea que daba a la tribuna mayor. El estadio era una locura. La enajenación se había apoderado de la hinchada albi-mutante. De vuelta en el arco, caí en cuenta de lo que había hecho. Había logrado el gol más importante de la historia de Argentina Mutante, pero casi que había firmado mi sentencia de muerte.


El partido culminó pocos segundos después y la algarabía ganó a los fanáticos y las calles de Buenos Goles. Los judíos nos saludaron respetuosamente y se retiraron al vestuario. Nosotros ofrendamos las camisetas a las tribunas que aún se mantenían en pie y luego nos dirigimos al palco oficial para recibir el trofeo de manos de Pettinato.


Como capitán del equipo recibí la copa, y cuando Pettinato me abrazó felicitándome por el logro, entre dientes dijo: ”Nene, no tenés ni idea de lo que le hago a lo traidores”.



4
Intenté escapar desde los vestuarios, pero Pettinato la tenia clarísima. Luego de unos pocos pasos de libertad, unos guardias me desmayaron de un palazo.


Amanecí en una celda, junto a Rabito. Intenté incorporarme pero me fue terriblemente difícil. Comprobé con horror que no tenía mi pierna atómica. El lugar lo ocupaba una simple pierna de palo. Pettinato quería asegurarse de que no la utilizaría para escapar o para atacarlo.


Tuve un momento de paz. Moriría por la traición, pero por lo menos había logrado más que cualquier humano promedio. Había cumplido los tres primeros sueños de mi lista: Ser futbolista, trabajar garchando y asesinar impunemente.


Abracé a Rabito. El perro de mierda pero campeón del mundo, se tiró panza arriba. Para mi sorpresa no tenia más el anillo en las bolas. Habrán pensado que era algún instrumento del cual podría tomar ventaja, como mi pierna. Menudos idiotas. ¡Ahora el perro era incontrolable hasta para mí!


Al principio temí que tomara revancha por las repetidas apretadas de bolas, pero no. No era un perro vengativo.



5
Aunque duros, los guardias me trataban con respeto. Era un recluso campeón del mundo. Seguramente alguno estaría en desacuerdo con su líder por mi reclusión, pero ninguno se animaría siquiera a intentar traicionarlo. La traición se pagaba siendo freído vivo y luego arrojado a cal viva, pena muy divertida si no se es el ejecutado.


¿Sería ese mi destino? Mi pecado había sido romperle el culo a los judíos y así me pagaban? ¡Hitler me habría hecho un monumento!


Pasaron varios días de encierro. Creo que algunas semanas. Para soportar el hastió, leí las inscripciones que anteriores prisioneros habían dejado en las paredes. Poemas, cartas de amor, cuenta de días, siluetas de mujeres y otras cosas sin sentido, como ser “Ktulú despertará y nada quedará, 4474”.


Lo peor de todo, es que ahora encerrado y con tiempo para pensar me moría de ganas de coger. Si lograba llegar a Pettinato, le pediría que me dejar regresar a mi trabajo de semental. Le imploraría de rodillas si fuera necesario.


Luego de varios días de caminar sin estabilidad por la celda, asqueado por el olor a mierda ya que rabito cagaba por todo el piso, tuve novedades. El mismísimo Pettinato acudió con una nutrida guardia a mi búsqueda.


A través de los barrotes y con la guardia apartada para evitar intromisiones, dialogamos.



6
_No me caen bien los traidores.
_No soy un traidor. ¡Le di la mayor victoria a nuestro país!
_¡Idiota! ¡Era solo un campeonato de futbol! ¡Nadie puede vivir comiendo pelotas de futbol!
_En mi época muchas personas vivían solo de mirarlo.
_Si, pero en esos años, cualquiera accedía al agua. Pero hoy no. ¿Sabes cuánto me has complicado el levantamiento contra Israel?


_¡Pero nuestros compatriotas lo seguirán en todo lo que usted diga!
_¡Sí, imbécil! ¡Pero nosotros solos no podemos contra Israel! ¡Necesitábamos la alianza de Brasil y Uruguay!
_No se desespere señor mío –dije alcahueteándolo un poco- ya que tal vez podríamos usar una nueva arma secreta…


Obviamente me refería a mi hija, y si tenía suerte a los demás niños que habían nacido.


_¿Piensas que soy imbécil? ¿Te refieres a los niños de la nueva generación? Ya están siendo estudiados y aleccionados. No debiste ocultarme eso si lo sabías. ¿Pensaste que no lo descubriríamos? ¡A cada paso me decepcionas más!


¡¡Me cago en la gran puta!! Pettinato estaba siempre un paso adelante.


_No sé qué decir señor.
_No digas más nada. ¡¡Tienes suerte de que para el pueblo eres un héroe, sino te desollaría con mis propias manos!!
_¿Me va a dejar libre? ¡Por favor, quiero seguir inseminando esclavas!
_¡Bum, bum, maracas chico! ¡Sueñas en vigilia! Ya tenemos doce niños mutantes puros. No necesitamos más. Es solo cuestión de tiempo para que con sus poderes combinados hagamos una diferencia en la guerra por el agua.


_¡Entonces he colaborado, señor! ¡Ganará la guerra y asegurará el futuro de esta nación mutante!
_No es tan fácil. Los judíos mutantes han quedado tan enojados con el resultado del Mundial, que han puesto un plazo para que le enviemos una disculpa o nos cortaran el suministro del agua.
_Todo buen político sabe disculparse por necesidad…
_¡Nunca! Perdería el respeto de mi pueblo. ¡Atacaremos aunque no estemos preparados!
_¡Es una locura!
_Atacar por sorpresa no es una locura. Es nuestra mejor opción. Es táctica pura. Enviaremos 100.000 hombres en marcha hacia la capital de Israel del Sur.
_Pues buena suerte.


_La vas a necesitar. Tú vas con ellos.
_¡¡¿¿Qué??!! Ni en pedo.
_Es eso o te mato ahora mismo.
_Bueno, pensándolo mejor….
_Por cierto, si piensas escapar, recuerda que aún tienes el chip en la cabeza. Lo que no te comentaron los de la CIA es que dispone de un dispositivo de eliminación. Si escapas, es solo oprimir un botón y una pequeñísima detonación te licuará el cerebro.
_¡La puta que los pario a los de la CIA y a todos ustedes!
_No blasfemes Mateo. ¡¡¡Ja-Ja-Ja!!!
_¡Devuélvanme la pierna por lo menos!
_Claro que sí, así serás un soldado más peligroso. Mata un judío por mí, por los buenos tiempos y tal vez perdone tu vida.



7
El discurso de Pettinato era tan o más hipnótico que la escenografía montada. Desde un altar, el líder gritaba palabras de aliento hacia su raza en contra de los malditos judíos y su riqueza acuífera. Las banderas de Argentina Mutante ondeaban verticalmente detrás de la escenografía.
El ejercito perfectamente formado, de cara a su líder. Cerrando la formación, el pueblo mutante que hipnotizado seguía el discurso portando miles de antorchas.


Yo era un espectador de lujo, ya que estaba al lado del líder. Era presentado como ejemplo a seguir, ya que según Pettinato me unía al ejército por convicción y odio a los judíos. Nadie sospechaba que era por obligación, aunque sí odiaba a los judíos.


Al anochecer partimos unos 100.000 hombres camino a Israel del Sur. El destino de Argentina Mutante dependía de nosotros. Como tantas otras veces no podía decidir sobre mi destino y no tenía escapatoria. Debía aguardar qué me deparaba el destino.

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